"EL BOLILLO DE JOSÉ ZORRILLA
Son famosas tabernas de Córdoba de dos hermanos. Hoy vamos a hablar de la situada en la calle José Zorrilla, otro día será la de la Fuenseca, esquina de la calle Imágenes. Punto de reunión de tratantes, labradores, negociantes y corredores de ganados, piensos, fincas rústicas y urbanas. La proximidad de esta taberna al Gran Capitán, donde se ubicaban los casinos Mercantil y Labradores, donde negociaban sus compras y ventas, acudían y hacían el trato en esta taberna por motivos de discreción en el trato, ya que disponían de habitaciones reservadas a propósito. También venían gente picaresca y de gracia natural, betuneros y vendedores ambulantes que situaban su campamento de picardía en esta calle. Entre éstos destacaba el chato Fimpla que era tuerto, hombre de mucha gracia e ingenio. Un día que estaba un poco bebido y el Bolillo quería echarlo del establecimiento, le decía: Que te vayas Chato; que estás loco. El Chato le contestó: No señor, yo no estoy loco, lo que estoy es tuerto.
Calle Jose Zorrilla
Otro día, limpiándole las botas a un negociante de aquellos, otro betunero, conocido por el Viri le dijo el tratante: ¿Por qué te dicen Viri?. Este 1e contesto: Un mote como otro cualquiera, ¿no le dicen a usted Don Antonio?. Por esta taberna, por la fama de sus vinos, especialmente el de calabaza que se servía en el hueco de media calabaza de donde se echaba en los recipientes. Acudían buenos artistas cordobeses y forasteros sobre todo en las Ferias de Mayo, cantaores, guitarristas y toreros famosos, cómicos y actores de buenas compañías, que actuaban en los teatros por Feria. Yo he oído cantar en una reunión de amigos, siendo muy joven, a don Antonio Chacón, sus malagueñas, y al cojo de Málaga en esta taberna. Como nada es duradero en esta vida el Bolillo murió, una constructora se puso de acuerdo con la viuda, demolieron el viejo caserón de la taberna y construyeron un nuevo edificio y en la planta baja, donde estuvo la taberna, local nuevo, se instaló un bar, que en la actualidad existe con el nombre de La Venencia. Toda la historia de esta taberna se borró con el tiempo, ley natural de las cosas humanas. Le dedico este pequeño recuerdo.
Calle José Zorrilla
EL BOLILLO DE LA FUENSECA
Esquina de Imágenes con Juan Rufo
Haciendo esquina con la calle Imágenes, estaba situada la taberna del otro Bolillo, hermano del de la calle José Zorrilla. En esta taberna de la Fuenseca (1), el ambiente y la clientela eran distintos, no era el ambiente de tratantes y pícaros de feria, de la de su hermano José. En ésta era una clientela más distinguida, personal correcto, agradable y educado. Artistas, intelectuales y hombres de valía de la rancia cepa cordobesa. Muchas veces se le vio, en sus frecuentes visitas, acompañado de el Chocolatero con su guitarra, a Julio Romero con su inseparable galgo Pacheco. A los hermanos Onofre con sus inevitables cantes por soleares y alegrías de Córdoba. La taberna, toda en silencio, escuchando aquel cante sentencioso, lleno de la pura filosofía del pueblo. Las serranas, con el toque de guitarra del Chocolatero, en el que se escuchaba el trote y el galope del caballo y el quejido y el lamento del serrano en las breñas de Sierra Morena.
Calles Imágenes y Juan Rufo
Los comentaristas del toreo, tiempo de el Gallo, Machaquito y Juan Belmonte, los primeros triunfos de Joselito y la rivalidad con Belmonte con la retirada del Machaco. Estos muchachos, Joselito y Juan, empujaban mucho, había que rendirse y dejar paso a la juventud. Mientras la calabaza del Bolillo recorría mesa a mesa, vaso a vaso, como el giro de una albolafia; regalando los paladares de los viejos bebedores. Reinado de Alfonso XIII, la política tranquila, liberales, conservadores y republicanos, todos tranquilos. La Cierva, Romanones, la guerra de África, Annual, Nador, los generales Silvestre, Sanjurjo y Primo de Rivera y todo un pueblo tranquilo y resignado.
Una típica taberna
Estos eran los años 20 de esta Córdoba. Todo fue transcurriendo suave, pasajero. Vinieron otras generaciones y la taberna seguía igual, tranquila con su calabaza y su pacifica y artística clientela, después poco a poco, todo fue apagándose, desapareciendo, llegó la guerra civil, después la postguerra con su modernismo y su charranfino. Todo materialismo y vicios desechados de otras ciudades extranjeras, cubatas y whiskys, drogas y exotismos, la calabaza moría avergonzada y asqueada y la taberna, medrosa y acobardada de esta osadía, murió lentamente de pena y asco. Descanse en paz la calabaza."
(1) D. Antonio Estévez Pérez, ver reportaje en La Voz del 16/3/1931, dice llevar al frente de ella más de 40 años y que antes la regentó un tal "Aguilita".
Fuente de la Fuenseca (Boceto del autor)
Hay una anécdota referida al Bolillo de la Fuenseca, que no sé si se queda sólo en leyenda, relativa a los artistas que allí "taberneaban", y en sus discusiones, lo mismo se le ocurría al compositor unos acordes y los escribía en el mármol de la mesa, o al pintor una musa le hacía pintar un boceto, y entonces el tabernero "saborío"(era muy normal que el tabernero fuese agrio normalmente), llegaba con el trapo y borraba el pentagrama o el boceto, abroncando a los parroquianos diciéndoles que las mesas no estaban para pintar en ellas. Uno piensa que si esto era así, la riqueza que hubiera tenido el tabernero si esos bocetos de Julio Romero los hubiera guardado cambiando el mármol de las mesas.
"El Calañez, personaje célebre y polifacético de aquella Córdoba, decía:
"Tenemos un Faustino,
un Bolillo,
y un tal Blancas,
que gloria es beber sus vinos,
hasta los cuescos se mascan"."
Faustino (hoy Taberna de la Fuenseca) en la esquina de Juan Rufo con Conde de Arenales, el Bolillo esquina Imágenes con Juan Rufo y Blancas algo mas separado de las primeras.
Plaza de la Fuenseca desde el aire
"Francisca Pellicer, con su matrimonio, se incorporaba a la numerosa familia de los Romero de Torres, marcada por el fuerte matriarcado ejercido por la viuda de Rafael Romero Barros, doña Rosario de Torres Delgado; pronto adoptaría el papel discreto junto al genial pintor cordobés; en estos primeros años, Julio Romero pasaba una crisis de identidad en cuanto a la dirección y estilo personal en el que pintar; frecuentes eran las ausencias del domicilio, en el que momento que el matrimonio tuvo tres hijos en menos de tres años (Rafael, Amalia y María); entonces, doña Rosario Torres, ejercía su papel matriarcal y encomendaba a su otro hijo Enrique que fuese a la taberna del Bolillo, en la Fuenseca, a recoger a Julio; por entonces, se dejaba arrastrar por el mundo del flamenco y la vida nocturna, sin apenas pintar."
De "Las mujeres de Julio Romero" de Mercedes Valverde.
Otras historias Tabernarias:
Fotos del autor, Bpple y AMC.
Bibliografía de Historias Tabernarias, de Manuel Carreño, recopiladas por J. Montoro y J. Galán