La luna semi eclipsada (Foto Dreamstime)
La verdad es que yo no sé qué hacíamos mi amigo Juan Martínez y yo, por los sesenta del siglo XX, en la calle Goya esquina a Polifemo (hoy dedicada al médico Joaquín Sama), en la Huerta de la Reina -como me gustaba el nombre de esa calle que evocaba el de ese gigante al que Kirk Douglas -el centenario-, dejó ciego del todo al saltarle su único ojo y además le dijo que si su padre le preguntara, le dijera quien había sido el de la pedrada, que había sido Ulises hijo de Laertes rey de Itaca y Anticlea-. Seguro sería alguna búsqueda de amores determinados, o espera inmisericorde de las habituales. Pero a fuer de rebuscar en la memoria no lo sé, sería asunto de mi amigo.
Esquina Goya y antigua Polifemo (Google)
De lo que me acuerdo, además de la posición en la que estábamos, sin tener entonces gps, es que se nos acercó un joven, pero mayor que nosotros, y nos dijo que él podía apagar la Luna, que al final de la calle la enmarcaba majestuosa. Nosotros tan tontos le dijimos –¡Venga apágala!. Y él ni corto ni perezoso cerró los ojos y dijo -¡Ya está apagada! Claro llevaba razón, para él posiblemente perturbado estaba apagada, tenía el interruptor en sus párpados, y nosotros los listos, los normales, no dábamos crédito. Hasta un reloj parado tiene razón dos veces al día y este hombre usaba una de ellas.
Apagando la Luna (foto de Internet)
El autobús número tres de redondeado chasis, que venía del final de la carretera de las Margaritas, aún estaba condenada la isla de Figueroa y no llegaba a ella, nos hizo apartar de la calle. Cuando trabajé en la empresa de autobuses -aún no era pública-, años después, lo hice muchas veces en esa línea y siempre que pasaba por la calle Goya había una guapa peluquera en la puerta de su peluquería, que me hizo pensar si no es que no tenía trabajo, pero luego comprendí que tenía el horario cogido a la línea y se asomaba periódicamente a ver al cobrador. Puede resultar presuntuoso pero era así, lo comprobé subiendo en esa línea cuando no trabajaba en ella, y también cómo sabía que el cobrador susodicho, estaba en esa línea, porque se subía a primera hora de la mañana en la cabecera de la Plaza del Mediodía. Flashback acabado.
El que dejó ciego a Polifemo y la guapa Silvana Mangano
Nos marchamos Juani Martínez y yo, para el barrio de la Judería pues la Luna siguiendo su curso habitual ya no estaba en dirección a Medina Azahara, el apagador oficial se había marchado y el motivo de la espera allí, que sigo sin recordar no se daba –lo de la peluquera guapa no era, porque tendrían que pasar lo menos treinta y cinco años-, aunque “que veinte años no es nada (o treinta y cinco)/que febril la mirada/errante en las sombras/te busca y te nombra…” como dice el tango “Volver”. No sé si por esa fecha otra guapetona de la Judería vivía en el bonito barrio de la Huerta de la Reina, y más curioso, mi amigo Martínez se mudó a ese barrio después. Cruzamos el viaducto y en nada estábamos en la Puerta de Almodóvar primero y después en la Judería.
Fotografías autores citados