Calle de los Moriscos, cuyo nombre lo dice todo, los restos de esa población que fue expulsada de sus casas, de su patria, obligada a abandonar sus raíces, por la intransigencia genética de los de aquí, que en este caso eran más extranjeros que ellos, posiblemente con la anuencia o incitación de la Iglesia ya que era una cuestión religiosa.
Eran los musulmanes andaluces que se habían convertido y bautizado en la religión católica tras la obligatoria conversión de los Reyes Católicos del 14 de febrero de 1502 en la Corona de Castilla, y que Felipe III en 1609 los echó del país en un número de 300.000, que se dice muy pronto, si comparamos la población que tuviese este país a principios del siglo XVII.
Pero no es eso lo que nos interesa, es la forma de vida de aquellos paisanos, su arquitectura, posiblemente antes usada por los romanos cordobeses. Casa con un hermoso impluvium. O mejor patio para entendernos, rodeado de habitaciones, como las antiguas casas de vecinos. Y de flores, y de luz con su orientación casi a mediodía, amparada por la fachada norte de Santa Marina.
Un antiguo cocherón de tierra, luego ensolado, que servía de aparcamiento, como se puede ver en unas fotografías aéreas.Antes o siempre, fue casa de vecinos y hoy es La Posada de Pilar, un agradable establecimiento de apartamentos turísticos de notable categoría. No es una casa habilitada, es una casa creada ex profeso para el goce de los visitantes. Es el modelo de casa cordobesa por excelencia en la que a muchos nos gustaría vivir.
Luego está la amabilidad de su personal, nos autorizaron andurrear por ella e incluso subir a sus dos atalayas, una delante de la fachada arriba muy agradable, y otra en una azotea superior, que permite disfrutar de una hermosa perspectiva hacia el sureste. San Agustín, San Rafael, San Lorenzo y Santa Marina delante con su majestuoso ábside despejado, plaza para el vecindario.
Los datos de la Posada son: Posada de Pilar, C/ Moriscos 3, 14001. +34 957394444, reservas@laposadadepilar.es y la web www.laposadadepilar.es que recomiendo visitar donde se pueden disfrutar fotografías mejores que las mías. En una palabra, es un lugar con encanto, construido con mucho gusto y sensibilidad que creo sinceramente merece la pena.
Dice D. Teodomiro Ramírez de Arellano de la calle Moriscos: “Tornemos por la calle de los Moriscos, una de las más largas del barrio; en línea curva, va desde la ya expresada Piedra escrita a la Mayor de Santa Marina: su verdadero nombre es de Guadalupe, por un beaterio de esta advocación, fundado en la casa núm. 1.°, por Elvira Alonso de la Cruz, en 1464, y quedando sin uso, lo agregó a Santa Marina el Obispo D. Pedro Salazar, por su decreto de 2 de Abril de 1740. Tomó el título de los Moriscos, por morar en sus casas los que últimamente hubo en aquel barrio, y es a lo que se refiere la nota que está en los libros parroquiales de Santa Marina y ya hemos copiado.
Varias son las afluencias a la calle en que nos encontramos: una la del Aceituno o Aceituneros, nombre muy antiguo y que se cree oriundo de unas familias dedicadas a la compra y venia de aceitunas; forma dos ángulos, y desde ellos se llama del Huerto de San Agustín, el que allí tenía su puerta: antes se llamó del Horno de San Agustín, por la misma razón, y termina en el Compás, de que ya hemos hablado: tuvo una calleja llamada de Orohilo [?].
Desde este sitio al Cementerio de Santa Marina, hay otra callejuela y una plazoletilla que se han llamado del Tinte, por uno que hubo en aquel punto, y en el último arreglo le pusieron de los Tafureas, [sic] razón bastante para ello, como ya indicamos ocupándonos de la calle de los Marroquíes; en dicha plazuela hay una calleja sin salida, acortada en 1809, conocida por la Malpensada, apodo de una mujer cuyas malas costumbres la hicieron notable entre aquellos vecinos. Otra de las afluentes a la calle de los Moriscos, es la del Horno del Veinticuatro, que va a la del Guindo, y es cruzada por otra que dicen de los Veras, por D. Juan de Vera, persona notable que vivió en ella: también se ha llamado de los Ojedas. La casa del testero, en la calleja sin salida, tiene una gran mina o subterráneo lleno de agua, al que no ha sido posible entrar, y cuyo estado actual ignoramos.
La calle de Valencia, antes de la Muerte, por una violenta causada en aquel sitio cuando, siendo más sanas las costumbres de este pueblo, llamaba la atención un hecho de aquella clase, tan frecuentes en el día, termina también en la del Guindo, y arranca de ella la de Vera u Ojedas, antes citada; pareciendo disonante su título, se la dedicaron en el último arreglo a aquel notable escritor, a quien equivocadamente tenían por cordobés: a su mediación, da entrada al Muro de la Misericordia, llamada así por la muralla que la separa del campo y estar cerca del hospital de esta advocación, y entre esta calle y la de los Moriscos, hay dos travesías, llamada una de Palomares, apellido de una familia que en ella moró, y la otra Empedrada, porque a causa de su estrechez y pendiente fue la primera que gozó, de este beneficio.”
Y el mejor relato es visitar la Posada de Pilar y ver in situ lo comentado, y si hay posibilidad disfrutarla aunque sea una noche, eso sí fuera de las fechas por excelencia de abril y mayo. Está previsto el alojamiento para visitas familiares, e incluso al ser apartamento tiene una pequeña cocina donde poder hacerse una ligera cena o calentarse cualquier infusión. Además está a dos pasos del centro de la ciudad y la oferta de restauración es considerable. También el centro histórico está a tiro de piedra así como el patrimonio cultural cordobés.
Fotografías del autor y el folleto de la Posada, aéreas de google,
y planos y vuelos diversos citados.
Bibliografía Paseos por Córdoba Teodomiro R. de Arellano (Biblioteca Central)